No sabia nadar;
de repente caí en tu mar,
y comencé a maniobrar.
Yo salté porque me encantaba tu color,
pero desconocia tu sabor a sal,
tu complicidad con el sol para deshidratar,
sonrisas y fue cuando comencé a cansarme y me quede flotando en tus aguas.
De espalda a tu marea,
entré en un trance, casi me sumergía en ella y sentí movimiento de sus peones; venian con intenciones de comerme y desperté de repente, hice una seña inminente al barco que venia a babor.
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